Pasar de la lectura fragmentaria a la lectura integral, requiere fuerza de voluntad. Quienes crecimos leyendo libros rodeados de peligros monodireccionales entre los que la televisión era reina déspota, sabíamos del esfuerzo que implicaba abstraerse para entrar en ese mundo único de silencio y concentración absoluta: el libro. Pero una vez que corríamos el velo, no había poder humano o interplanetario que nos sacara de él. Con Internet estamos frente a lo que el bloguero Cory Doctorow citado por Nicholas Carr en su libro Superficiales ha llamado con puntualidad como “un ecosistema de tecnologías de la distracción.”1 La arquitectura de Internet nos vuelve hiperconsumidores de información fragmentada y miscelánea. Leer muchos tuits y comentarios en Facebook, probablemente incremente el número de caracteres leídos en promedio por persona. Pero eso no nos convierte en un país de lectores. Cuando Carr escribió su libro, se tuvo que aislar. Su adicción a la red había llegado a extremos peligrosos. Yo simplemente me pregunto, si un filósofo que escribió uno de los pocos libros críticos sobre la red desde un enfoque multidisciplinario y humanista, se halló expuesto a esos peligros: ¿qué les espera a los niños que nacieron apretando botones que emiten infernales ruidos? La labor que realiza Alfonso Noriega para promover la lectura, desde trincheras digitales, es heroica.
Hay que seguir sus pistas porque los niños necesitan, al lado de sus juguetes polifónicos, visuales y multidireccionales, la compañía de un libro que los consagrará con el silencio y la imaginación constructiva.
---------------------------------------
1 Carr, Nicholas. (2011). Superficiales: ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Ciudad de México: Taurus-Santillana.