La decisión editorial es una cuestión que, como todos los aspectos de este mundo rico y por lo mismo complejo, tiene muchas caras.
En realidad, el tema de “La decisión” en el proceso editorial, está diluido en las múltiples decisiones que se tienen que tomar, mientras llega a las librerías el material.
Algunas preguntas que ameritan decisiones son: qué publicar, en qué tiraje, qué papel, en qué puntaje, en qué formato, cómo hacer la portada, cómo promover el libro, dónde distribuirlo y un largo etcétera; cada editor tendrá una decisión que tomar en este campo.
Ahora bien, si enfocamos el tema de “La decisión” editorial como uno de carácter personal, es decir, como un aspecto en el que cada editor sufre más a la hora de tomar una determinación en el ámbito que más le cuesta, yo diría que la decisión que más se me dificulta, a mi como editor es la devolución de galeras al autor.
¿Por qué? Hay autores que las regresan con pertinentes aclaraciones que por lo regular son pocas, cuando asumimos que nuestro trabajo está bien hecho.
Pero hay otros para los que las galeras son algo así como las musas. Ésas que inspiran a crear una obra totalmente diferente con respecto al original entregado y acaso aprobado por comités.
Estos autores abundan en algunos gremios y se pasan por alto el trabajo editorial. Yo llamo a eso el tallereo de un trabajo intelectual a partir de una galera formada y es algo que los editores no debemos permitir. Por desgracia, a veces hay instancias meta editoriales, que permiten que estos vicios continúen, por más regulados que se encuentren nuestros procesos. Recomendación: antes de recibir un juego de galeras revisadas por un autor poco profesional, tómese un peptobismol en las rocas.