La recuperación del pasaje Zócalo-Pino Suárez para hacer de él un espacio permanente de promoción de la lectura, venta de libros y otros importantes actos culturales, fue una gran idea del gobierno de la Ciudad de México que se festeja según entiendo cada febrero y le permite al ciudadano tener un acercamiento estrecho con la cultura del libro desde un espacio eminentemente transitado y popular. La senda del pasaje, las conferencias, las películas, las presentaciones, todas éstas, actividades gratuitas y recreativas, conforman un microcosmos de lo que todavía es el centro, pero en un espacio acotado y sui generis como lo es el metro. Si fuera un guía de turista local, le recomendaría a quienes nos visitan en la Casa de la primera imprenta que para hacer el tour completo lleguen en metro y hagan el recorrido Pino Suárez-Zócalo. Siempre es grato saber que, en esta megalibrería, como de manera atinada la califica Arturo Lechuga, o mega escaparate, si lo parafraseamos, están representadas la mayoría de las editoriales mexicanas y extranjeras con una oferta para todos los gustos. Ir al pasaje en lugar de hacerlo a una gran librería puede representar incluso una buena opción de movilidad para adquirir títulos específicos, para quienes nos gusta movernos en transportes públicos, hartos ya del tráfico automovilístico. Pero el acierto más atinado del pasaje está en la cantidad de transeúntes que lo recorren todos los días.
De todos ellos, y por elemental estadística, se formarán lectores voraces que se verán en un mundo fantástico por la sencilla razón de que todos los días pasaban por ahí. Y eso es una gran conquista cultural.