La puesta en página

Alejandro Tapia Mendoza

Alejandro Tapia
Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas, Maestro en Gestión de Diseño, profesor, investigador y autor de textos académicos.
Profesor-investigador del Departamento de Teoría y Análisis de la División de Ciencias y Artes para el Diseño de la UAM-X.
La traducción como ejercicio editorial: El testimonio de Helena Aguilá

Estimados todos, el día de hoy nuestra reflexión versa sobre uno de los temas más complejos del mundo editorial, que es la traducción de libros.  Señalo que es complejo, porque existen por un lado prácticas para las cuales la traducción es una mera transposición de palabras de una lengua a otra, una especie de trabajo técnico que ciertas personas hacen y de las cuales uno no es muy consciente cuando hace una lectura. Pero mirado de cerca, ese trabajo no es de ninguna forma un asunto técnico, ya que cada lengua es una constelación de significados con una raigambre cultural muy extensa y hacer su equivalencia a otra lengua implica una fuerte cantidad de saberes que nos obligan a pensar la traducción más bien como una re-escritura, una puesta en vigor de un contenido dentro de un sistema de expresión que se plantea en otros términos. 

Ello podría hacer pensar en la traducción como una co-autoría, e imaginemos lo que eso puede representar por ejemplo en el caso de la literatura, en la que la dimensión lingüística de un texto es una de sus cualidades poéticas principales. Ciertos libros de grandes autores han tenido la suerte de haber sido traducidos por otros grandes escritores. Pienso por ejemplo en Las Palmeras Salvajes, obra de William Faulkner, traducida ni más ni menos que por Jorge Luis Borges. Un libro maravilloso por ambas vías. Pero ¿cuántos otros libros que no han corrido esa suerte están sujetos a la capacidad de escritura de otros traductores, que hacen un esmerado trabajo, y que permanecen desconocidos para nosotros? La presencia de Helena Aguilá, de Barcelona, y quien pertenece a una Asociación española de traductores, en la que trabaja traduciendo entre el catalán (su lengua original) el español y el italiano, nos da algunas luces sobre esa complejidad. La traducción implica operar con un sistema simbólico, del que se tiene que tener conocimiento, y la manera en que se hace, depende también del proyecto editorial en la que la traducción se inserta. Ello implica el reconocimiento que las casas editoriales tienen que dar a ese trabajo, así como la necesidad de plantearse por qué una obra importante tiene que traducirse una vez u otra en las distintas épocas, ya que la lengua para la que se traduce está en movimiento y las voces de un momento histórico no son los mismas que las de otro. 

Tampoco lo son los distintos países. Imaginemos lo que eso implica para otro tema delicado como son los derechos de autor, en los que la traducción está implicada, pues ejerce un porcentaje también de los contenidos. ¿Cómo va a ser reconocido y pagado este trabajo? No es una cuestión sencilla. Helena Aguilá nos platica acerca de cómo la necesidad de enfrentar ese escenario ha llevado a los traductores a asociarse, establecer criterios y compartir principios. Ella trabaja sobre todo en la traducción de libros especialmente de literatura, pero también nos recuerda que hay otros tipos de agentes, para el campo de los ensayos, los libros de divulgación o los libros científicos, cada uno con peculiaridades específicas. 

Hay muchos tipos de traducción, así como diferentes tipos de alcance. En otras asociaciones hay incluso el objetivo de hacer que las portadas de los libros consignen el nombre del traductor como un elemento relevante, ya que muchas veces ello no sucede. Bueno, escuchar a Helena nos dará una idea de lo que esa labor encierra para los que trabajan en ello profesionalmente.

 

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