Otro aniversario más de Interlínea. Cultura editorial honra y ensalza a quienes, capitaneados por Sofía de la Mora, hemos apostado por este proyecto. Son años de bregar con mi columna Hipertexto. Lecturas sobre el futuro del libro. Han pasado varios temas: narrativas transmedia, creación robótica, hiperedición, translectura, virtualidad, ciberderecho, ferias de libros, sentido gremial, redes de cooperación, tecnofilia y tecnofobia, en fin… es largo el linaje de conversación. El antaño y el hogaño van comiéndose a los futuros escrutados.

Rodrigo de Triana gritó ¡Tierra! desde su puesto de vigía en la carabela Pinta al ver la isla que se llamaba en lengua de indios Guanahaní y que Colón nombró en ese 1492 San Salvador. Después vino todo: descubrimiento, conquista, vinculación y globalidad. 

Hipertexto es como aquel mirador de guardia por el que se otean maravillas que, con palabras de Bernal Díaz del Castillo, son parecidas “a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís”. Muchas voces nos han enseñado nuevas tierras, reflexiones originales, extrañas prácticas, tareas excepcionales.

Desde que colaboro en Interlínea asumí con entusiasmo poner los ojos en la lejanía. En las interlíneas me he sentido en casa, desde las interlíneas he procurado escrutar el horizonte y con las interlíneas he contado con grandes instrumentos. Hemos aprendido juntos buscando futuros y lo agradezco inmensamente. En reciprocidad, he mostrado una como recurrente lección.

He tratado con todas mis fuerzas de mostrar la actitud esencial de las personas de libros, de quienes vivimos en el ecosistema libresco, de los que encontramos sustento en la bibliocultura. Es la actitud de que todo se debe poner en tela de juicio porque nuestro trayecto, loados sean nuestros días, es de un aprendizaje perenne.