Hipertexto
Camilo Ayala Ochoa
¿Es posible tener una editorial universitaria sin editores profesionales? Esa pregunta se hace Pablo Cárdenas de la Universidad César Vallejo del Perú y su respuesta es no. Ante la complejización de la actividad editora hacen falta programas de profesionalización y líneas de vinculación.
Esto puede ser lógico, pero el problema es si la necesidad precede a la propuesta, si debemos tener excelentes editoriales para que existan buenos editores académicos o si el capital humano, que es un presupuesto, debería encausar a las editoriales, que son una consecuencia.
Si hace unas décadas las universidades se preocupaban por publicar, ahora existe una exigencia por editar bien, con profesionalismo; y si hace unos años los universitarios se ocupaban por editar, hoy buscan mejorar la distribución. Parece que las editoriales universitarias se van adaptando a las circunstancias del mercado lector y a las exigencias de organismos académicos que controlan los apoyos presupuestales para el estudio y la investigación.
Ya Jorge Luis Borges había llegado a la conclusión de que la causa es posterior al efecto, que el motivo del viaje es una de las consecuencias del viaje. Sin embargo, los editores universitarios no debemos estar sólo atentos a la innovación sino ser innovadores.
La edición exige mayores competencias, sobre todo ante el ecosistema digital en el que se crean, publican y distribuyen contenidos y se dan nuevas materialidades y formas alternativas de decibilidad. Los editores universitarios están para indagar, ensayar y explorar y no pueden concebirse como meros agentes de aprendizaje.
Decía el poeta Pepe Alameda que el toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega y quienes entramos al mundo editorial advertimos que es posible que esa verdad se traslade de la tauromaquia a la edición. No esperemos las universidades a ver lo que hace la industria editorial para modificar los temas y formas de nuestro catálogo sino asumamos nuestro papel protagónico, construyamos el futuro.