Hipertexto
Camilo Ayala Ochoa
Vivimos en un mundo sobreinformado, interconectado, intercultural, complejo, líquido, y en el que el sistema de vigencias está basado en la colaboración. Las redes son ineludibles. En ellas las personas y las instituciones aprendemos, nos comunicamos y desarrollamos. No son una opción, como pudieron serlo hace décadas, sino un medio.
Las editoriales universitarias ven en las redes la forma de sumar sus fortalezas y subsanar sus debilidades. Más allá de las diferencias de sus miembros, se basan en propósitos comunes para construir proyectos que van desde la difusión de catálogos, cuestión de por sí valiosa, a la coordinación operativa, la interacción con gobiernos y organismos empresariales o el impulso integral del sector.
Daniela Verón nos habla de la experiencia de la Red de Editoriales de Universidades Nacionales de Argentina, que define como una red solidaria, y podemos apreciar sus resultados en cuanto a capacitación, proyección y distribución.
Hay otras redes, como la Asociación Brasileña de Editoriales Universitarias, la Asociación de Editores Independientes Universitarios y Autónomos (que es chilena), la Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia, la Editorial Digital Universitaria (que es cubana), la Red de Editores Universitarios y Escuelas Politécnicas de Ecuador, la Red de Editoriales Universitarias Privadas Argentinas, la Red Internacional de Universidades Lectoras, la Red Nacional Altexto de México, el Sistema Editorial Universitario Centroamericano o la Unión de Editoriales Universitarias Españolas.
Esas redes trabajan con distintos alcances y velocidades porque no son representaciones asistenciales sino ejes dinámicos. La suma de liderazgos parece esencial para el nivel de interlocución y su impronta en lo regional, nacional e internacional. Hay que pensar que una red no es tan robusta como el número de sus miembros sino lo es en la medida que cada uno de esos miembros cuente con ella, que sea parte insustituible del entramado de su planeación.