Si restringimos nuestra mirada a lo industrial, la librería es uno de los puntos de venta de la cadena comercial del libro. Eso la pone en una desventaja comparativa con Amazon y otras distribuidoras por el estilo que conectan libros y lectores sin tener que estar establecidos en ningún lugar en tiempos cada vez más reducidos. Pero ir a la librería, subrayo, entraña algo más que ir a comprar un libro, la librería es un lugar con sentido, con carga simbólica, un espacio para el ritual. No se trata de mero romanticismo o nostalgia, sino de entender que lo comercial no agota el sentido de las prácticas de consumo del libro y de la librería como un agente de producción de sentido de dicha práctica. Lo que vemos, no obstante, es que las librerías no sólo entran en prácticas de consumo que van más allá en el plano de lo simbólico, también han transitado en aras de su supervivencia hacia espacios que rebasan su objeto primordial, así como libros se han metido al supermercado o cualquier otro espacio comercial, otras mercancías y consumos han permeado el espacio de las librerías. En otra arista de la conversación, quiero incorporar una segunda lectura o dirección respecto de lo que siempre han sido los libreros; aunque no necesariamente reconocidos como tal, esto es: curadores y orientadores de los lectores. La mediación del librero anticipaba la función de los algoritmos en la plataforma de ventas digitales y en el ámbito específico del campo académico, el entorno en el que gira la entrevista, es una pieza clave en la articulación entre los procesos de investigación y docencia, el diseño institucional de planes y programas de estudio y la edición y producción de contenidos en general, es decir, el librero universitario como el del editor universitario responden a necesidades específicas a veces ligadas a lo comercial pero siempre a la educación y la cultura. Los libros de texto suelen ser garantías de éxito editorial, codiciados y disputados por las editoriales comerciales, pero mucho de lo producido en la universidad redunda en el interés de unos pocos. En tal sentido, si el criterio fuera comercial; mucho de lo publicado no hubiera visto la luz. Allí es donde se abre una distancia fundamental con el mundo del libro comercial, no obstante, como señala Luis Quevedo que no sea sólo negocio no quiere decir que no lo deba ser.