En esta primera colaboración para el programa quisiera subrayar que la autopublicación no es un fenómeno nuevo. Lo nuevo es el proceso de desintermediación de casi todos lo procesos otrora controlados por unos cuantos productores. Desde la industria cultural se ve con recelo en tanto que suponen una pérdida de control de lo que se publica y lo que no, y también porque introducen nuevos jugadores con los que hay que repartir el negocio.
Ahora bien, si nos desplazamos del criterio mercantil de la autopublicación, la desintermediación de los procesos de producción, circulación/distribución y consumo permite corregir la tendencia a la concentración del mercado editorial, amplificando y al mismo tiempo diversificando las voces.
La desintermediación también entraña desafíos. No sólo porque, como señala Matting, el escritor ya no es sólo escritor, también es investigador de mercado, publicista, gestor de redes sociales, editor, etcétera, sino porque en un contexto de sobreabundancia de contenidos, exige del lector un proceso de selección cada vez más complejo. Es ahí donde, paradigmáticamente, se refuerza la figura del editor como curador. Es el editor, a partir de determinados criterios, quien jerarquiza los contenidos disponibles y orienta nuestro consumo. De esta manera, la edición subraya su dimensión positiva como curaduría y se quita de encima el peso de silenciar o marginar voces, las que ahora tienen otras ventanas de posibilidad.
Y lo anterior se refuerza en que en este proceso de curaduría, antes restringido a un puñado de voces autorizadas, los editores y los críticos, también aparecen nuevos jugadores: los booktubers, críticos amateurs cuya autoridad crece con la cantidad de seguidores. Y aquí me gustaría hacer referencia a uno de los últimos puntos abordados en la entrevista: el ir al encuentro con el lector, ya no sólo concebido como cliente, sino como un interlocutor, un co-creador que describe una lógica colaborativa, diametralmente opuesta a las jerarquías que estructuraron las industrias culturales o de contenido.
Ambos fenómenos, asociados en un entorno convergente, suponen una pérdida de control de los procesos de publicación y crítica. Sin embargo, también pueden verse como síntomas que la industria cultural debe reconocer para corregir y reubicarse en el nuevo entorno de producción/consumo. Si lo sabemos leer, y lo aprovechamos, perder el control puede resultar benéfico para todos.