Antes de que existieran las ferias del libro, los profesionales de la edición y la imprenta asistían a ferias regionales al igual que muchos otros mercaderes de muy distingos gremios productivos. A ellas asistían tanto libreros como editores, y además de la venta de libros para el público lector se efectuaba la compraventa de materiales y herramientas del quehacer tipográfico. Fue a finales del siglo xvii cuando la Feria de Lyon, en Francia, comenzó a tener una participación notable de profesionales de la edición, y, poco después, la de Fráncfort, en Alemania; esta última feria fue la primera en editar catálogos, y una de las primeras en constituirse exclusivamente en feria del libro.
Con el transcurso del tiempo, las ferias se han constituido como el espacio natural de encuentro para todos los protagonistas del libro, desde autores de textos e imágenes, traductores y agentes literarios, hasta diseñadores, editores, promotores de lectura y expertos en propiedad intelectual. También se han conformado como el lugar de encuentro e intercambio de experiencias y seminarios de reflexión y capacitación sobre el quehacer editorial en sus diversas vertientes, y en especial, como un espacio para analizar y comprender el mundo del libro, de la edición y la lectura ante las actuales tecnologías, sus restricciones y posibilidades, las transformaciones constantes que experimenta este sector de la cultura.
Tal clase de actividades se articulan con las cada vez mayores iniciativas de profesionalización del gremio editorial, desde cursos, talleres, seminarios y espacios
de análisis y divulgación. Uno de estos últimos lo es Interlínea. Cultura editorial, que durante seis años ha ido dando cuenta de las experiencias y reflexiones de muchos de los protagonistas de la edición y la lectura en los ámbitos nacional e internacional, y asimismo, ha generado contenidos propios para robustecer el análisis y comprensión de una de las mayores invenciones de nuestra especie: el libro.