A esta conversación entre Sofía de la Mora y Angelina Cué quisiera dedicarle cuatro palabras y desglosarlas, desde luego, brevemente: Divergencia, coincidencia, sobresalto y descubrimiento.
Divergencia, vuelvo a escuchar la misma voz de todos los expertos en materia de derecho autoral que nos dicen que no nos debemos espantar en la transición del mundo de papel al mundo digital, porque los derechos de los autores están garantizados al sólo cambiar el formato, por lo menos no coincido, el cambio en las nuevas formas de producción y gestión de contenido, implica necesariamente un replanteamiento teórico de la ley que después debe materializarse en reglamentos más funcionales y acorde a estas nuevas dinámicas.
Coincidencia, ciertamente las universidades preservan, por lo que respecta a libros de papel e incluso digitales, las peores condiciones para el respeto al trabajo del autor, no todas hay que aclararlo, ciertamente también el advenimiento de la distribución de contenidos en red puso en alerta a muchas editoriales, también las universitarias, e hizo que se volteara la vista con más detenimiento a la protección intelectual en formatos tradicionales, pero sigue en segundo plano lo digital.
Sobresalto, confieso que me aterra escuchar de una experta en derecho que en las universidades sólo exista como materia opcional, ni siquiera obligatoria en las carreras de leyes, la cátedra de derechos de autor.
Descubrimiento, de todos los programas y que han sido varios, dicho sea de paso, dedicados por Interlínea a este tema, me parece que el del día de hoy resume de manera clara y en una conversación ilustrativa, todas las aristas que en materia de propiedad intelectual se discuten en torno al proceso editorial, incluidas desde luego, como fue el caso de este comentario, algunas divergencias.