Muy interesante la plática de Sofía de la Mora con Emilia Franco, uno de los pilares de Siglo del Hombre. Interesante porque nos muestra aspectos de elemental obviedad, pero que aún así resulta difícil poner en práctica en algunas estructuras paquidérmicas, como con cierto humor la propia entrevistada referencia a las universidades. Esta crítica objetiva, que debiera convertirse a veces en autocrítica, trae como consecuencia que las universidades desintegren cuadros o deleguen funciones porque el mutante mercado editorial se mueve a otro ritmo. Y esos nichos son cooptados por empresas. Pero más allá de la polémica, vale la pena preguntarnos: ¿cuáles son esos aspectos tan obvios que debemos asumir para que las cosas marchen mejor en el plano de la distribución? Yo lo reduzco a tres conceptos: trabajo profesional, trabajo continuo y trabajo intercomunicado. Operar bajo la lógica del aquí acabo yo, te entrego y ya no quiero saber nada, resta en cualquier proceso y nos vuelve menos productivos. Según se desprende de la charla. El equipo de Siglo del Hombre tiene 20 años de conocerse, toda esa experiencia acumulada les ha permitido penetrar en el mercado del libro universitario para que este circule por librerías, ferias y catálogos virtuales. Ahora bien, Emilia tocó un tema fundamental, que me parece rescatable y que pocos distribuidores ponen en práctica. El distribuidor debe hacer lo posible por acercarse al autor.
En el departamentalizado proceso editorial, el acercamiento editor-autor es fundamental. Pero, por lo regular, es también el editor quién entabla trato con el distribuidor. Sin embargo mientras el distribuidor se empiece a involucrar más con el libro a través del autor, las posibilidades de éxito serán mayores. Porque el autor conoce el público al que está orientado su trabajo, porque el autor, como buscador de libros relacionados con su tema, conoce los espacios, las librerías y los foros en los que su libro podrá ser bien visto, es decir, comprado, adquirido; porque el autor es quien de manera un poco inconsciente, o por lo menos no tan metódica como lo hace el profesional, es decir el distribuidor, tiene un conocimiento de los mercados en los que su libro se puede mover. Bajo esta perspectiva, la relación distribuidor-autor, debe fomentarse como un objetivo en el proceso de distribución de libros universitarios.