Sopena de incurrir en un comentario de carácter reduccionista, me gustaría llegar a una conclusión a propósito de la cultura lectora después de escuchar esta entrevista con Luz María Chapela, invitada aguda, de pensamiento fluido, integrador y muy amena. Para hablar de cultura lectora, hay que entender que la lectura es un acto primero que nada placentero, si no hay placer lo demás se convierte en un acto mecanicista, derivado quizá de la necesidad o en el peor de los casos de la obligatoriedad como consecuencia de esa acción, mejor dicho de esa interacción placentera que implica la lectura, podemos enfrentarnos a muchas sorpresas, pero fundamentalmente a dos: las de carácter epistemológico y las de naturaleza sensorial, en primer grupo están los libros, las páginas, los autores que nos descubren nuevas formas de pensar, de explicar el mundo, a la sociedad o la educación, o mientras lo hacen nos deslumbran; en el segundo, el mundo de literatura que nos mueve, que nos conmueve y cito a Luz María “que nos enchina la piel”, son los libros que dialogan más con nuestros sentidos. Pero hablaba yo de reduccionismo al principio de este comentario, y veo que efectivamente caí en él porque tanto los libros de carácter científico, como los literarios, como los prácticos, forman parte de un proceso en el que están implícitos por lo menos el deslumbramiento y el cúmulo de emociones, cuando nos gusta un libro, no sólo regresamos a él de manera recurrente, sino que lo integramos a nuestro organismo. Luz hablaba de lectura orgánica, y aquí sí creo interpretar bien su pensamiento, en nosotros habitan libros, autores, citas, respuestas que circulan por nuestro torrente sanguíneo y se integran a nuestros procesos sinápticos, a veces de manera muy consciente y otras sin darnos cuenta.
La lectura orgánica