Nuestro invitado de hoy, colaborador del programa, es de esas raras avis que tiene un desenvolvimiento muy afortunado en los campos en los que se usa el lenguaje verbal y literario; pero seamos más realistas no siempre se ve esa feliz conjugación, la profesión del editor estaría muy disminuida si el escritor hablara como escribe y en la conversación las palabras suelen repetirse y las muletillas para que el discurso camine sin caer de bruces son relativamente frecuentes en los que no tenemos las tablas que exige hablar sin tropiezos frente al público.
Sería ingenuo esperar que un escritor hable como escribe, son dos usos del lenguaje que tienen medios y contextos diferentes, pero cuando la materia prima del trabajo profesional es el lenguaje, la coherencia discursiva, el empleo moderado de muletillas y la capacidad para articular con armonía las palabras suelen, por lo regular, estar al servicio del escritor durante la conversación, pero qué hay de los otros casos que, aunque menores existen. A veces resulta decepcionante escuchar a un escritor que habla en tono monocorde, como si estuviera rezando; confieso que me pasa cuando oigo a Octavio Paz leer los poemas de su libro Blanco, quizá por ello en algunas presentaciones de libros, cuando se trata de leer pasajes o en la edición de libros interactivos como el citado poema experimental de Paz se le da también paso a la entrenada voz de un actor o un hábil lector, que si además está fogueado en las ramas de la creación como José Alfredo Reyes López, mucho mejor. Todo ello para darle realce a la alquimia tipográfica y acaso para evitarle a un escritor nervioso la penosa tarea, como a mí me pasa con frecuencia, de tropezarse con sus propias palabras.