Hipertexto
Camilo Ayala Ochoa
Existe un profundo miedo, casi paralizante, en quienes se dedican a la edición de libros, un sobrecogimiento que apenas si deja reposar, complica el comer y pesa todo el tiempo. Uno lo olvida, pero, súbitamente, el recuerdo retorna helando la sangre, dilatando las pupilas, erizando el cabello y, entre taquicardias y temblores, tratamos de conjurarlo.
No se trata de reparar en que uno de los 170 autores del libro cambió un capítulo a última hora y luego pidió que regresáramos a su quinta versión con las citas expuestas en la tercera, que una docena de autores exigiera que no se les modifique a sus textos ni una coma, que un autor acusa a otro de plagio, que el coordinador murió intestado antes de suscribir el contrato, que a un tercio de los autores les urge saber el ISBN para presentar sus informes académicos, que encontramos una errata en algo ya revisado y aprobado, que la correctora de estilo no entrega la bibliografía general reconstruida hasta que le liquidemos deudas, que tenemos derechos sobre las fotografías pero no sobre lo fotografiado, que no hemos pagado la licencia mensual del software de maquetación, que el área de diseño insiste en usar un papel agotado en el mercado, que la cotización de imprenta hace meses que caducó, que el costo unitario proyectado se rebasó y hace prever un precio de venta al público inaccesible, que el logo del coeditor no viene en curvas y su personal salió de vacaciones, que la librería principal punto de venta cerró durante la pandemia, que ya no alcanzaremos a tener ejemplares para la presentación del libro, que ya no hay cajas para empacar, que los proveedores no pagan, que no hay visitas en nuestra librería virtual, que tenemos otros treinta proyectos en tránsito, que la familia se molesta porque pasamos 20 horas del día trabajando… En fin, suma y sigue.
Tampoco se trata en pensar en nimiedades de la edición mexicana como que cada vez hay menos lectores, que las bibliotecas públicas no tienen presupuesto, que el mayor consumo cultural del mexicano se da a través de celulares, que somos el primer lugar en venta de libros piratas en el mundo, que el precio del papel ha tenido múltiples alzas, que cada vez hay más oferta de freelanceros y menos trabajo, que las ventas en ferias de libros no compensan la inversión, que más y más.
Lo que verdaderamente desencaja el semblante, desorbita los ojos y trastorna la vida es tener en la mente todo lo mencionado. Uno lo olvida, pero, súbitamente, el recuerdo retorna helando la sangre, dilatando las pupilas, erizando el cabello y, entre taquicardias y temblores, tratamos de conjurarlo. Eso, queridos amigos, es el terror, el terror, el terror.