En el siglo xix, el editor y traductor mexicano Vicente García de Torres inició la publicación periódica El Diario de los Niños, que en buena medida era copia de una revista francesa con igual nombre. Tal iniciativa, en nuestro país, buscó atender las necesidades lectoras de la población infantil, pero mantenía la antigua perspectiva de los adultos en cuanto a que tal clase de publicaciones debían brindar educación y entretenimiento, precepto que se mantuvo hasta finales de los años ochentas del siglo xx, cuando, en México, varios profesionales del libro y la lectura —retomando lo que ya ocurría en otros países— cuestionaron tal precepto y plantearon la necesidad de que la lectura debía inculcarse en los niños y jóvenes como un goce, más allá de los valores y aportaciones que ésta brinda a todos los lectores de cualquier edad, en especial, la lectura de textos literarios.
A partir de ello, se crearon dos proyectos fundacionales, a saber, Libros del Rincón, de la entonces Dirección de Publicaciones de la Secretaría de Educación Pública, y la colección “A la orilla del viento”, del Fondo de Cultura Económica. Un gran acierto de Libros del Rincón fue conformar un catálogo con buena parte de los libros de las editoriales de la iniciativa privada, tanto de México como de otros países, así como el instaurar lo que muchos años después se denominaría como “Bibliotecas de Aula”, además de capacitar a una gran cantidad de maestros como promotores de la lectura en todas las regiones del país.
El Fondo de Cultura Económica, con la colección antedicha, no sólo realizó ediciones en español de estupendas obras de otros países, sino también impulsó a los escritores e ilustradores de México dedicados a tal tipo de libros, brindándoles un espacio de publicación nacional e internacional. Aunado a ello, el equipo a cargo de tal colección emprendió programas de promoción de la lectura y, posteriormente, de formación y capacitación de promotores de lectura.
Hoy día, en que gran parte de los maestros y padres de familia exigen un valor obtusamente utilitario en los libros para niños y jóvenes, esto es, que cumplan con los rubros de las llamadas “tablas de valores”, es aún más importante que proyectos como éste, del Fondo de Cultura Económica, mantengan su fundamento y rumbo primigenios, pues en dichas “tablas de valores” no figura el valor estético, ni el goce del descubrimiento y el conocimiento, ni la motivación a la reflexión ni, mucho menos, el ulterior crecimiento humano que puede brindar la lectura.