Hipertexto
Camilo Ayala Ochoa
En la novela de Hellraiser de Clive Barker hay una serie de llamados cenobitas que han llevado al extremo el obtener placer por el dolor, viven un infinito sufrimiento, su dimensión se abre al incauto que resuelve un rompecabezas cúbico llamado la caja Lemarchand o como la llaman las versiones de cine “la configuración de la mente”. Ese artilugio fabricado bajo la técnica de las cajas chinas es una excelente metáfora del puzle editorial que hemos ido armando juntos desde la columna “Hipertexto, lecturas sobre el futuro del libro y la edición” de Interlínea: cultura editorial. Las piezas frágiles que hemos gustado y estudiado tienen que ver con tejido librero, editores disruptivos, impresiones innovadoras, lecturas irreconocibles como lecturas, experiencias inmersivas, activismo digital, en fin. Las piezas van ensamblando un poco apenas las sutilezas del medio editorial, juntos hemos llegado a vislumbrar un portal que, al acercarnos, trotamos cada vez más lejos. El rompecabezas editorial tiene muchos más fragmentos, incluso las conexiones que advertíamos de repente se fugan, eso mantiene la expectativa. El aniversario de Interlínea llega cargado de tribulaciones e inquietudes por una pandemia, pero debemos leer más allá de eso, ver por el futuro. Un mundo editorial pos-Covid19 tendrá que reconfigurar sus prácticas a nuevos modelos educativos y de convivencia, menos táctiles, más digitales, más virtuales y con más inteligencia artificial; veremos otras editoriales, otras librerías, otras ferias de libros y otra cultura editorial, cuando hayamos dejado atrás el miedo global y el sufrimiento planetario. Decía Eurípides de Salamina que “las crisis, aunque atemorizan nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra”, nos rodean amarguras y frustraciones. Mientras tanto recordemos con esperanza que los libros no solo más necesarios que el sosiego, sino más necesarios que las necesidades, así lo hemos creído quienes somos parte del mundo lector, que los libros nos ayuden a todos.