La conversación entre Mario Ortega y Sofía de la Mora explora diferentes aristas de la siempre compleja relación autor-editor, que puede ir desde la complicidad y colaboración, hasta del descuido y la traición, resulta tentador y hasta morboso quedarnos con la dimensión negativa de este espectro de posibilidades, aún más, si consideramos el pasaje de la entrevista donde se describe el descuido de los procesos editoriales en aras de una acelerada maquinaria editorial académica, que privilegia la cantidad frente a la calidad de lo publicado.
Pero dejemos esto a discusión para otro momento y concentrémonos en otro pasaje de la entrevista, donde la figura del editor emerge como aliada del autor, esta se inscribe, como vimos, en la puesta en práctica de las artes de hacer comunicable, para el lector, un discurso nacido de la oralidad. Autor y editor se confunden en el proceso de conversión de texto escrito de aquellas historias que fueron contadas solamente por otras autoras y autores y que acusan las huellas de su enunciación. En este camino, la apuesta por una sociología basada en sujetos comunes, en las historias desde abajo, como diría Chartier, se convierte en una empresa colectiva que tiene, en el proceso editorial, un pasaje fundamental para su interpretación. Editor y autor, autor y editor, tejen la trama que conecta a los primeros narradores, los sujetos entrevistados por el investigador, con los lectores de historias que ya son otras, intervenidas, depuradas, ordenadas, trenzadas por las manos hábiles de los artesanos de la palabra. Tener historias que contar, entonces, a veces no es suficiente, también tenemos que saber cómo hacerlo.