De la entrevista con Paco Calles quisiera subrayar la dimensión comunicacional de la tipografía. Retomo tres aspectos o aristas, aunque por supuesto que hay muchos más. En un primer momento, frente a la idea de límite asociada al molde sobre la que se discute en la entrevista, es decir, como un dique a la creatividad y la expresividad subjetiva, considero que emerge la potencialidad de la reproducción y la comunicabilidad. ¿En qué sentido? En que la idea de la reproducción suele tener mala prensa al identificarse con la homogenización cultural, y aquí quiero resaltar el efecto democratizador en el acceso a las formas simbólicas que supuso la imprenta de tipos móviles, redefiniendo al mismo tiempo las coordenadas espacio temporales y la experiencia del mundo, ahora cada vez más mediatizada.
En segundo lugar, debemos reconocer a la tipografía como un vehículo para la comunicación que, en una primera instancia, debería pasar desapercibido. Es decir, para que la tipografía cumpla su papel de vehículo no debe constituir un obstáculo a la lectura. Claridad y precisión deben ser sus virtudes.
Finalmente, en contraste con lo anterior, es ubico destacar que forma es contenido. Y es ahí donde la tipografía, como significante, permite la asociación paradigmática, no escrita pero también convenida socialmente. Esto tiene su punto culmine en la poesía visual donde tamaño, forma, tono, son constitutivos del sentido propuesto por el texto; y si bien esta forma experimental puede resultar excepcional es necesario destacar que la articulación entre forma y sentido es la norma. Ya se trate de una tarjeta de presentación, el currículum vitae, una tesis, la publicidad de una tienda o la Biblia. La forma constituye un anclaje, un cierre directivo que condiciona la producción de sentido. De ahí la importancia de la tipografía y, evidentemente, de la quirografía, de la letra a mano, como señala Calles.