Quisiera subrayar tres ideas de la entrevista con Laura Ceccacci. Primero, que “ya no basta con publicar los libros”. Y, siguiendo la entrevista que mantuvo con Sofía de la Mora, podríamos agregar que tampoco basta escribir o leer un libro. El libro se ha vuelto un punto de convergencia de diferentes actores y procesos, cada vez más alejados de una lógica lineal, fordista en tanto cadena de producción, para acercarse a una lógica de flujos, donde no hay procesos (ni siquiera la escritura o la impresión) definitivos.
En segundo lugar, al referir su trabajo como agente literario, Laura Ceccacci describe una serie de características sobre el hacer del campo literario (más allá y más acá de la edición) que, si bien reconoce el placer y el gusto por participar de la gestión de una obra literaria, lo cierto es que termina predominando la fuerza del mercado, resumida en la máxima: “esto es un negocio”. Esto involucra a todos los actores del proceso editorial. Incluyendo a los autores. Y ahora podríamos asumir una postura puritana, escandalizarnos porque el mercado sea la medida de las cosas. Sin embargo, y lejos de abandonar una postura crítica, debemos reconocer que también los escritores tienen que comer, pagar la luz, la hipoteca, colegiaturas y otras menudencias cotidianas. Y como ellos, todos los que intervienen en el proceso de publicación, como es el caso del agente, quien se encarga entre otras cosas no sólo de colocar obras y autores en distintos mercados, sino de hacer valer sus derechos. Una digresión al respecto: aquí, una vez más, entramos en un terreno discutible pero fundamental: ¿cómo equilibrar el derecho de autor con el derecho de los editores sobre las obras? Sabemos que en la cadena de producción hay muchas asimetrías.Y hay muchos mitos. Los editores suelen ser acusados de abusivos, de querer explotar a los autores. Sin embargo, muchos editores, quizá la mayoría, arriesgan capital a expensas de perder y perder, muchas veces por el placer que supone editar un libro que estamos convencidos que debe ser publicado, que debe llegar al público, etcétera. En otra arista de la misma discusión, la imposición de restricciones sobre las obras reproducen y responden a una serie de diferencias culturales y desigualdades sociales que exigiría una discusión en otro terreno, el de las políticas públicas culturales.
El tercer punto a destacar de esta entrevista es el modelo de negocio o el efecto youtuber: scauting y riesgo cero. Si bien es cierto que el escenario de la red 2.0, la red social, abre la posibilidad de publicar sin intermediarios, también es cierto que se han transformado varios de los procesos de las industrias culturales y creativas: los autores la utilizan como escaparate, muestran lo que saben hacer; si tienen éxito, si tienen muchos seguidores/consumidores, las industrias (a través de scauting) los absorben sin arriesgar el desarrollo (la inversión) de un proyecto cuyo éxito aún es potencial. En este sentido, lo que se publica y lo que no, como hemos señalado en programas anteriores, comienza a responder más al criterio del big data, del análisis estadístico, que al de un editor con “ojo” para las buenas historias. Más allá de lo anterior, pescar las buenas historias parece el mejor de los oficios. No importa de dónde vengan, si están en potencia o si ya fueron desarrolladas, se trata, otra vez, de tener oficio. Ahí, el mercado es sólo una parte.