Divertida, sin duda, la entrevista de hoy, muy dinámica y de las que da gusto comentar para salir un poco del pódium con alfombra y ácaros, en el que a veces disertan los editores o los especialistas. De entrada me gustó que no haya consenso en torno a lo que se ha dado en llamar “editorial independiente”.
Parece que nunca lo hubo ni lo habrá, entre los propios editores. Es decir, lo que para la editorial independiente A, es necesario para concebirse como tal, puede ser totalmente opuesto o incluso un obstáculo para que la editorial independiente B, no tenga problemas de identidad. Lo mismo sucede a nivel académico, no hay consenso. Por otro lado, muchas editoriales independientes persiguen metas muy parecidas a las que definen a las editoriales comerciales, de hecho, en sí mismo, es un contrasentido, contraponer lo comercial de lo independiente. El que no haya consenso ni definición universalmente aceptada, tampoco quiere decir que no existan las editoriales independientes en la práctica.
Más que definirlas, yo podría adelantar algunos rasgos mínimos que comparten muchas de ellas. El primero lo comentó Juan Felipe González Hinojosa, fundador de Laguna Editores: las editoriales independientes tienen mayores márgenes de operación en la decisión de editar, pues no dependen de las anquilosadas estructuras burocráticas de los corporativos editoriales globales, gracias a esa característica, algunas de ellas, sobre todo las que no viven de la pepena miserabilista del trabajo editorial (que se debería hacer dentro de las instituciones que cuentan con la infraestructura para editar a sus autores), pueden arriesgar más y abrirse al mercado de nuevos talentos. El último rasgo en común que yo observo, aunque seguramente hay muchos otros más, es que muchos de los editores independientes se conocen y se echan la mano en áreas en las que probablemente necesiten unir esfuerzos como en la distribución. Por último, quiero celebrar y adherirme al buen humor de Juan Felipe, tiene razón, el ser editor, y sobre todo editor independiente, no es algo que forme parte del catálogo de fantasías infantiles cuando uno sueña en el kínder, en qué va a ser de grande, aunque la experiencia que tiene un editor independiente que llega ahí después de varios años de fogueo en el medio, es invaluable y ya la quisieran muchos editores burócratas del ámbito público o privado.