Las metáforas entre arquitectura y edición además de ser didácticas tienen una sólida relación histórica: la arcilla fue la base de una etapa sistémica del complejo mundo editorial, las columnas fueron la base de la diagramación que evolucionó caligráfica y tipográficamente, en pergamino, papel e incluso pantalla aunque ésta última parece priorizar el uso de una sola columna y conectarse más con modos de lectura paralelos al rollo.
Oswaldo Barrera ha hecho una buena analogía entre lo que es un texto bien escrito, corregido y editado y un edificio bien construido. Si la cimentación es endeble, tarde o temprano ese edificio se va desmoronar, tendrá grietas, fisuras y la gente optará por no habitarlo como cuando se topa con un mamotreto mal escrito y corregido.
La formación del corrector no sólo está ligada a las humanidades, en la literatura mexicana moderna Vicente Leñero y Jorge Ibargüengoitia le dijeron adiós a la ingeniería y nos dejaron un amplio legado cultural, conozco también muchos arquitectos que son editores, diseñadores o correctores como el caso de Oswaldo.
Una mirada más abstracta al texto original permitirá un flujo de comunicación mayor con el autor cuando éste entregue un texto muy enredado pero rescatable. La edición en todas sus fases es el arte de previsualizar escenarios hasta lograr que el discurso quede correctamente enmarcado para su correcta amplificación. Y la arquitectura es una profesión en la que es fundamental prever y muchas veces solventar sobre la marcha.