Generalmente, el tema de la lectura se aborda desde la perspectiva del lector o del profesional de la edición. Sin embargo, existe otra visión no muy atendida, que es la del lector-autor, asunto que --entre muchos otros-- ha desarrollado el filósofo Jorge Juanes. Él ha comentado, al respecto, que hay que volver a la página en blanco, lo que significa despojarse, como autor-lector, de las ideas homogeneizantes y de los discursos y lenguajes petrificantes, a fin de alcanzar los lenguajes abiertos que conllevan el diálogo con los lectores. Efectivamente, el proceso de decantación de las ideas y el de articulación de éstas en un texto implica tomar distancia de todo lo leído y aprendido, y cartesianamente poner en duda todo ello para identificar lo que se sabe y puede fundamentarse de veras, y descartar aquellas ideas y lenguajes que, tras la reflexión y análisis, resultan ser infundados o ya no pertinentes o meramente preceptivos, y en esto hay que trascender el prestigio del autor y de la obra en cuestión.
En tal circunstancia, escribir superando la homogeneidad de ideas y lenguajes es el acto filosófico y existencial de volver a uno mismo, de retomar la máxima socrática de “conócete a ti mismo” y complementarla con esa otra de Nietzsche: “atrévete a ser quien eres”. Y a partir de ello comenzar a articular ideas y palabras propias o apropiadas conscientemente en un solo discurso, con un lenguaje abierto que busca el genuino diálogo con los lectores, esto es, la primigenia y cabal poíesis de los antiguos griegos, que no se refiere únicamente a la creación poética, sino también a la creación y composición, sobre todo las que atañen al ámbito discursivo y textual.