La certificación de las diferentes competencias que intervienen en el sistema editorial no solamente es un documento que prueba que los distintos actores que participamos en el mismo, estamos acreditados para desenvolvernos en él a través, justamente, de nuestras habilidades aprendidas de manera teórica o práctica en múltiples entornos.
La certificación también es un medio para abrirnos horizontes, por ejemplo: ¿Cómo hace lo que hago yo otro colega? ¿En qué otros ámbitos puedo desempeñar las habilidades para las que estoy certificado, además por los que tradicionalmente transito? ¿Qué otros actores intervienen en el sistema editorial cuya experiencia me sea útil para la mejor práctica de mis propias competencias? ¿Cómo me sitúo en el campo profesional en relación con otros colegas? Es decir, se trata de un medio que también permite ampliar nuestras redes durante el proceso de certificación misma y por medio de la convivencia en los espacios presenciales o virtuales en los que tiene lugar la certificación. Es encomiable que entorno a este proceso impulsado por la SEP, se estén incorporando las universidades y la Cámara Nacional de la Industria Editorial, en el caso de la UAM Xochimilco, a través del círculo de mediadores de lectura impulsado por la maestra Sofía de la Mora.
El país necesita de más lectores más allá de cuál sea el medio que utilizan los mismos para apropiarse de la información y el conocimiento que existe en los diarios, libros y revistas, además de las hibridaciones de estos medios que orbitan en el mundo digital y las nuevas expresiones escritas surgidas desde la digitalidad misma. En este sentido urgen mediadores de lectura certificados no sólo para que aumenten los lectores, que como se ha visto si los medimos a través de estrategias rígidas u obsoletas, parecen no aumentar, lo que resulta una contradicción que ha evidenciado el grupo de trabajo del doctor García Canclini, por ejemplo. En este contexto un buen mediador de lectura puede garantizar el carácter cualitativo de la misma y contribuir a abrir brechas para que los patrones que miden los lectores en nuestro país, atiendan a otros factores y no solo al libro [impreso] como unidad de medida.