De la charla de este día desprendo algunos puntos: los espacios de discusión de la actividad editorial universitaria son necesarios, aunque no son tan pocos como lo planteó Julio Paredes en el programa de hoy. El problema es que la atomización en la que se encuentra dispersa la actividad universitaria, y no sólo la ligada al estudio de la edición, contribuye a que estos aportes queden diluidos en la propia diáspora.
De cualquier manera, la visibilización de estos esfuerzos desde cualquier campo de la comunicación son loables: trátese de un programa de radio como Interlínea que contribuye a la difusión de la cultura editorial, o una revista como la que dirige Julio Paredes: Contraportada, que aborda temas exclusivos sobre la edición. Comparto la idea de que el editor no sólo debe ser un agente que posibilite la publicación del libro, sino un activo participante de la vida académica universitaria desde su campo de acción y conocimiento.
El éxito o fracaso de los proyectos editoriales universitarios, deberían ser también problemas que se encuentren en el seno de la reflexión universitaria. Y no es aislando esta actividad, o confinándola a un área de gestión vinculada exclusivamente a la administración centralizada, como se va a resolver. Un aspecto muy importante de este trabajo se deriva de la profesionalización del editor. Por ejemplo: la integración de los consejos editoriales debe estar compuesta cuando menos en paridad de integrantes, por consejeros vinculados a la edición en algunas de sus fases. Los editores responsables del proceso deben conocer a fondo su trabajo y procurar la profesionalización de su equipo más cercano, porque en la medida en la que más terciaricemos el proceso editorial perdemos esencia o autonomía y contribuiremos a la diáspora. Discutir la edición en publicaciones especializadas es un gran avance.