Como bien señala Javier Celaya, el concepto de ‘lectura’ ha cambiado en los últimos años; esto, en buena medida, se debe a la incorporación de los medios digitales tanto al ámbito laboral como a la vida cotidiana. Pero hay referencias anteriores a la llamada “era digital” que manifiestan la atención a las imágenes como posible discurso o texto icónico susceptible de ser “leído”. En el ensayo “Lectura y contemplación”, de 1982, Octavio Paz rechaza que la palabra leer asimile los significados de entender y contemplar, pues consideraba que si bien leer es entender, ello no implica contemplar, pues --para él-- “la contemplación es la forma más alta de la comprensión porque abarca ver y entender”.
Sin embargo, si consideramos los vitrales de las catedrales europeas o buena parte de los libros xilográficos --que son el antecedente remoto de los actuales libros-álbum y novela gráfica-- podemos advertir que se trata de textos icónicos narrativos, y sabemos, por testimonios y estudios, que muchas personas analfabetas del Medievo interpretaban, entendían y contemplaban esas imágenes, y a partir de ellas identificaban un relato, una historia que incorporaban a su memoria y su consciencia y la compartían con otras personas, tal como ha ocurrido en la Edad Moderna con los lectores-espectadores que comparten su experiencia semiológica y estética ante tales obras.
No es casual que la Real Academia Española haya incorporado, en el lema ‘leer’, la acepción de “comprender el sentido de cualquier tipo de representación gráfica”, con lo que incluye a los discursos y textos icónicos, ya no sólo a los de carácter lingüístico. A esta reconsideración han contribuido las publicaciones de diversos teóricos de los años sesentas del siglo xx, como Hans Georg Gadamer, Hans Robert Jauss, Wolfang Iser y Roland Barthes. De ellos, fue este último, el semiólogo francés Roland Barthes, quien estudió y fincó las bases de la retórica de la imagen y de lo que actualmente se define y clasifica como “texto icónico”, distinguiéndolo del texto lingüístico, aunque con frecuencia ambos tipos de texto coincidan y se articulen para generar una obra mayor, más abarcadora e integral, como era la aspiración primigenia de la ópera. Quizás, hoy día, pueda lograrse una opera magna fincada en el concepto ‘transmedia’, una obra que genere una experiencia simultánea de ver, leer, entender, contemplar, escuchar y apropiar.