La Conaliteg es una institución que puede servir de prototipo para dimensionar el paulatino abandono de la educación pública por parte del Estado, agudizado con las gestiones de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Aunque en la de Fox hay que añadir los sonados casos de corrupción en los que se vio envuelto este organismo debido a la injerencia de muchos actores, entre ellos la esposa del presidente. Qué bueno que ahora está al frente un editor como Joaquín Díez-Canedo. Le toca hacerse cargo de un organismo muy diferente al que fundó Torres Bodet con el apoyo de Adolfo López Mateos quien lo invitó durante su gestión a que fuera Secretario de Educación pública por segunda ocasión. La idea del libro de texto gratuito, elaborado bajo la supervisión de escritores de la talla de Martín Luis Guzmán, le dio a la Conaliteg un peso en la educación básica que el tiempo se ha encargado si no de disolver, porque todavía es un organismo muy importante, sí por lo menos de atomizar. Hoy la Conaliteg ya no tiene influencia en la generación de los contenidos de los libros de texto y ha reducido de manera drástica su participación directa en la impresión de los materiales. La distribución está también atomizada y los materiales de los libros, como el gramaje del papel, lo decía el propio Joaquín, van a la baja. Lo que no impide que siga siendo la responsable de la impresión y de la distribución de un importante número de libros, esto la obliga, por supuesto, a operar con eficiencia y como ha pasado en los últimos años, en la política federal con un presupuesto relativamente bajo, pero debemos reconocer que su época de gloria ya pasó. No sé qué tan conveniente haya sido la dispersión de las actividades de una institución que ha sido pilar del Estado Mexicano. Ojalá, Joaquín tenga márgenes de operación para devolverle un poco del brillo perdido a la Comisión Nacional de Libro de Texto Gratuito.