Hipertexto
Camilo Ayala Ochoa
¿De veras pensamos que al crear lectores hacemos ciudadanos razonables en su pensamiento y sus consideraciones y que respetan a los demás? Gabriel Zaid decía en un artículo llamado “Colegos y colegas” que el que todos lean (una utopía editorial, congruente con el medio editorial) se traduce en la utopía universitaria de que todos saquen un título, incongruente con el medio universitario”.
Para Roger Bartra la lectura es un fenómeno minoritario y elitista. Esa es la razón por la que los programas de alfabetización no derivan en más lectores. Ni siquiera lo hacen la construcción de bibliotecas o el crecimiento de la matrícula universitaria. La baratura y la gratuidad de los libros no parecen estimular la lectura, por lo que debemos conocer a las sociedades para proponer contenidos acordes a sus intereses y expectativas.
Leer es una actividad extraña en países como Brasil y México en los que la mayor parte de las personas piensan primero en resolver el sustento y existe un menosprecio por los estudios y el empleo. Buena parte de esas sociedades sufre agravios económicos o es reclutada por la delincuencia organizada. Muchos jóvenes prefieren seguir carrera como sicarios u obtener apoyos de estados benefactores.
Hay políticas públicas, como las que se esforzó en implementar durante varios años José Castilho en Brasil. Sin embargo, la cultura es producto del trabajo humano y, por lo tanto, en la construcción cultural deben participar las sociedades intermedias, las instituciones educativas particulares, las empresas editoriales y los padres de familia.
El problema no es la lectura de fragmentos o la lectura social, la cuestión es crear una cultura lectora. Quizá debamos revertir la dirección de la flecha de producción de lectores. Al educar a la sociedad en la solidaridad, al hacerla responsable y generosa, las personas buscarán una vida interior, acudirán a las librerías, salas de conciertos y museos. Es pensar que es posible abordar lo trascendente a través de lo tangible.