Hace poco visitó nuestro país la escritora española Irene Vallejo, autora del best seller El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo, con gran éxito. Dio entrevistas para todos los medios mexicanos, llenó la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM, y muchas personas hicieron filas por horas para que les firmara su ejemplar en la librería Gandhi, allá en el sur de la ciudad.
La verdad es que yo no daba crédito: este libro va en su reimpresión número 21, y la editorial Siruela ya ha firmado contrato para traducirlo por lo menos a 26 idiomas. Es increíble que un libro dedicado a los libros antiguos haya tenido tanto éxito, en una época además de pandemia, en la que nos volvimos aún más adictos a las pantallas.
Pues esta doctora en filología clásica nacida en 1979 en Zaragoza dio en el clavo. Este libro del que hablamos, El infinito en un junco, ha recibido varios reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Ensayo 2020 en España. Entonces, cuando una se da cuenta de este tipo de fenómenos, nos parece casi imposible pensar en la muerte del libro impreso, o de la muerte del libro en general, que tantas veces ha sido promulgada por los agoreros del desastre, muchas veces encabezados por personas inmersas en las nuevas tecnologías.
Comienzo con esta narración para acercarme al tema que nos ocupa: el décimo aniversario del programa radiofónico “Interlínea, Cultura Editorial”. Si ustedes se dan una vuelta por la página del programa, podrán darse cuenta de la infinidad de temas que se tratan: editores, traductores, revistas, reseñas, investigadores… todos los actores que participan en la cadena de creación de un libro se dan cita allí. Me parece que esto es de una riqueza enorme, más aún porque estamos hablando de los y las integrantes del mundo editorial de nuestro país, México.
Me gustó mucho una frase que usó Irene Vallejo ahora que estuvo en México, y la uso para cerrar esta colaboración: dijo que más importante que el libro en sí, es esta “comunidad del junco”, que se ha creado con la participación de las y los lectores del libro. Así nosotras y nosotros podemos pensar en la “comunidad de Interínea”, aquellos que nos concitamos gracias al esfuerzo y trabajo de Sofía de la Mora, y del gran equipo de radio y de estudiantes y becarios y becarias que han trabajado a lo largo de los años para construir esta comunidad. Felicidades, y muchas, muchas gracias.